DE UNA DAMA QUE, QUITÁNDOSE UNA SORTIJA, SE PICÓ CON UN ALFILER
Prisión del nácar era articulado
de mi firmeza un émulo luciente,
un dïamante, ingeniosamente
en oro también el aprisionado.
Clori, pues, que su dedo apremïado
de metal aun precioso no consiente,
gallarda un día, sobre impaciente,
le redimió del vínculo dorado.
Mas ay, que insidïoso latón breve
en los cristales de su bella mano
sacrílego divina sangre bebe:
púrpura ilustró menos indïano
marfíl; invïdiosa, sobre nieve
claveles desojó la Aurora en vano.
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